El pasado 7 de junio de 2009, el periodista Iñigo Morondo hacía un bonito repaso a la escultura pública existente en Irun. “Avalancha escultórica en el Irun del siglo XXI” lo titulaba. En su crónica destacaba el enriquecimiento del patrimonio urbano en los últimos años, y la aparición de piezas cual si de especies micológicas se trataran.
Sin embargo, como buen escribano, se olvidó un conjunto escultórico en el tintero. Me refiero, ni más ni menos, a una obra de envergadura de José Luis Zumeta (Usurbil, 1939) situada en la calle Artaleku, en un lateral de la que fuera agencia Muñoz y Cabrero. Les daré más pistas; en la plazoleta que ahora conforman la mencionada calle y el conocido ambulatorio de Hermanos Iturrino.
Si no me fallan las anotaciones, ahora desempolvadas, y aportadas para un trabajo de la facultad, el mencionado mural escultórico tiene una anchura de 7,38m y una altura aproximada de 5,5m. Todo el conjunto se inscribe en un muro de granito de unos 17,38m de largo.
En la parte inferior aparece grabada la firma de su autor y año de factura, “Zumeta 68”. Para 1968 José Luis Zumeta ya había vuelto de Paris, había sido miembro fundador del Grupo Gaur y vivía en Hondarribia. Irrumpe en una sociedad vasca ligada al costumbrismo artístico, en la que muy pocos hacían incursiones y trabajaban la abstracción. Él fue uno de los pioneros.
Llama poderosamente la atención en este creador plástico que, vinculado en su desarrollo creativo hacia la pintura, desarrollara este tipo de piezas durante este periodo. Conjuntos de mármol, granito o cerámica en los que se atreve con el juego de volúmenes y la apariencia tridimensional. Es posible que la complejidad e infraestructura para estos conjuntos, unido a su enorme costo, le hicieran decantarse definitivamente por la pintura.
Para el caso de Irun, Zumeta presenta un conjunto en el que al igual que en su pintura, cede a la iniciativa de formas sin un tema establecido. Formas irregulares se distribuyen por la superficie, creando tensiones por medio de trazos largos, donde las líneas viven un entrecruzamiento simultáneo y la gama cromática actúa sobre la propia forma. Dinamismo, movimiento, como si de la visión por un calidoscopio se tratara. Sorprendentemente, Zumeta se olvida del color puro empleando una grama de negros, blancos, grises u ocres.
El paso de los años ha dejado su mella en este conjunto escultórico. Una apariencia sucia y mate cubre las piezas de mármol y granito. Humedad, musgos, costras y otros restos orgánicos se vislumbran entre las piezas e incluso alguna de ellas aparece fracturada.
En 2005, el que suscribe junto a la profesora de la Universidad de Deusto, Larraitz Arretxea, presentó un proyecto para la restauración de este conjunto escultórico. Hablamos con Zumeta y nos dio las pautas a seguir. En nuestro intento creímos en una correcta identificación señalética, catalogación, iluminación nocturna y por supuesto, restauración de cada una de las partes del mural.
Hace cuatro años no había crisis, pero nuestro ilusionante proyecto cayó en un cajón, sepultado para siempre. Quizá, todavía, no seamos conscientes de nuestro patrimonio pero estamos hablando de arte abstracto, de modernidad en Irun en 1968. Algo único. En un periodo muy difícil, también para nuestra localidad.
Aunque en su origen esta obra fuera de iniciativa privada, considero que también debiera formar parte del patrimonio artístico de Irun.
Simplemente estas líneas para recordar este conjunto artístico y otorgarle el lugar que se merece en la nueva trama urbana de Irun. No quisiera concluir sin mencionar a Ricardo Fernández Telletxea, amigo e impulsor de un bonito trabajo universitario que titulamos “Inventario de escultura pública en Irun en la segunda mitad del siglo XX”
Fernando García Nieto
(*) Publicado en la revista Bidasoatik número 4
Sin embargo, como buen escribano, se olvidó un conjunto escultórico en el tintero. Me refiero, ni más ni menos, a una obra de envergadura de José Luis Zumeta (Usurbil, 1939) situada en la calle Artaleku, en un lateral de la que fuera agencia Muñoz y Cabrero. Les daré más pistas; en la plazoleta que ahora conforman la mencionada calle y el conocido ambulatorio de Hermanos Iturrino.
Si no me fallan las anotaciones, ahora desempolvadas, y aportadas para un trabajo de la facultad, el mencionado mural escultórico tiene una anchura de 7,38m y una altura aproximada de 5,5m. Todo el conjunto se inscribe en un muro de granito de unos 17,38m de largo.
En la parte inferior aparece grabada la firma de su autor y año de factura, “Zumeta 68”. Para 1968 José Luis Zumeta ya había vuelto de Paris, había sido miembro fundador del Grupo Gaur y vivía en Hondarribia. Irrumpe en una sociedad vasca ligada al costumbrismo artístico, en la que muy pocos hacían incursiones y trabajaban la abstracción. Él fue uno de los pioneros.
Llama poderosamente la atención en este creador plástico que, vinculado en su desarrollo creativo hacia la pintura, desarrollara este tipo de piezas durante este periodo. Conjuntos de mármol, granito o cerámica en los que se atreve con el juego de volúmenes y la apariencia tridimensional. Es posible que la complejidad e infraestructura para estos conjuntos, unido a su enorme costo, le hicieran decantarse definitivamente por la pintura.
Para el caso de Irun, Zumeta presenta un conjunto en el que al igual que en su pintura, cede a la iniciativa de formas sin un tema establecido. Formas irregulares se distribuyen por la superficie, creando tensiones por medio de trazos largos, donde las líneas viven un entrecruzamiento simultáneo y la gama cromática actúa sobre la propia forma. Dinamismo, movimiento, como si de la visión por un calidoscopio se tratara. Sorprendentemente, Zumeta se olvida del color puro empleando una grama de negros, blancos, grises u ocres.
El paso de los años ha dejado su mella en este conjunto escultórico. Una apariencia sucia y mate cubre las piezas de mármol y granito. Humedad, musgos, costras y otros restos orgánicos se vislumbran entre las piezas e incluso alguna de ellas aparece fracturada.
En 2005, el que suscribe junto a la profesora de la Universidad de Deusto, Larraitz Arretxea, presentó un proyecto para la restauración de este conjunto escultórico. Hablamos con Zumeta y nos dio las pautas a seguir. En nuestro intento creímos en una correcta identificación señalética, catalogación, iluminación nocturna y por supuesto, restauración de cada una de las partes del mural.
Hace cuatro años no había crisis, pero nuestro ilusionante proyecto cayó en un cajón, sepultado para siempre. Quizá, todavía, no seamos conscientes de nuestro patrimonio pero estamos hablando de arte abstracto, de modernidad en Irun en 1968. Algo único. En un periodo muy difícil, también para nuestra localidad.
Aunque en su origen esta obra fuera de iniciativa privada, considero que también debiera formar parte del patrimonio artístico de Irun.
Simplemente estas líneas para recordar este conjunto artístico y otorgarle el lugar que se merece en la nueva trama urbana de Irun. No quisiera concluir sin mencionar a Ricardo Fernández Telletxea, amigo e impulsor de un bonito trabajo universitario que titulamos “Inventario de escultura pública en Irun en la segunda mitad del siglo XX”
Fernando García Nieto
(*) Publicado en la revista Bidasoatik número 4
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